LA URRACA

«para aprender, escuchar,»

la urraca

«Quien escuche a la urraca será un necio», eso decía el gran filósofo Félix María Samaniego, en su maravilloso poema: El Pastor y el Filósofo. Sin embargo a mi, la urraca, me cautiva más por sus pequeños saltos, que por su graznar. Sabe pavonearse, llamar la atención, hacer ruido, ser diferente. Siempre está inquieta. ¿Busca o teme a las cosas que brillan? Guarda secretamente los diminutos tesoros que roba en lugares que nadie conoce, piedrecillas, lazos de colores, baratijas… Se rodea de cosas inservibles, busca en las basuras, se recrea entre desechos como el propio Diógenes. Me gustaba observarla cuando era niña, cuando iba por el camino de la fuente, por el monte, cuando me la encontraba en las calles, en los jardines picoteando la hierba… Pensé que ya habían desaparecido, porque no las veía, pero me alegra descubrir que todavía existe alguna familia en mi pequeño pueblo.  Las recuerdo con su pico y sus ojos oscuros, su plumaje bicolor,  y esas partes de su cuerpo que parecen negras, pero no lo son, sus plumas poseen tonos verdes, azules, púrpuras, son plumas irisadas que reflejan la luz en destellos coloreados, por ello, pienso que es un ave fosforescente, iluminada y muy perseguida por los cazadores, ya que devoran los huevos de otras aves de caza. Además, según estudios realizados, entre sus muchas habilidades, posee el don de reconocerse frente a un espejo y, como decía anteriormente, me gustan sus graciosos andares, su inquietud, sus travesuras, su continuo interés por lo que la rodea o su miedo ante las cosas que quiere poseer y guardar haciendo honor a su esquizofrenia y dando nombre en psiquiatría al «urraquismo».  Siendo carroñera, le gustan los insectos, y sus contradicciones le dan ese tono personal que mis ojos,  la distinguen entre las muchas aves.

Termino con un poema que a mi me gusta mucho, es del poeta Rafael Pombo, Bogotá (Colombia) 1834-1912.

EL PINZÓN Y LA URRACA

—Enséñame una canción
—dijo la urraca habladora
al gayo y diestro pinzón
que saludaba a la aurora.
—-¿ A ti ? —repuso éste—. ¡ Vaya!
No te burlarás de mí;
a pájaros de tu laya
¿quién pudo enseñarles, di?
—¿Y por qué? —Porque es preciso
para aprender, escuchar,
y un charlatán nunca quiso
dejar hablar, sino hablar.

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Autor: Julie Sopetrán

Escribo porque no puedo dejar de hacerlo Quiero aprender de los que saben más y enseñar a los que saben menos.

20 opiniones en “LA URRACA”

  1. Sam Bloom sufría de una fuerte depresión. Durante unas vacaciones familiares se había caído de un techo y ese accidente la había dejado paralizada del pecho para abajo.

    Pero una ayuda llegó de forma inesperada: una urraca hembra que se había perdido de su nido y que la familia de Sam adoptó como un miembro más le dio impulso para volver a empezar.

    Sam no recuerda la caída. Ella solo tiene en la memoria que estaba apreciando la vista desde la terraza del hotel en el que se alojaban en Tailandia.

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    Era enero de 2013 y estaba con su familia de vacaciones en un pequeño complejo hotelero cerca del mar de Andamán. Tras una mañana en la playa, ella, su esposo Cameron y sus tres hijos descubrieron que el hotel tenía una terraza.

    De repente Cameron escuchó un estruendo, como de un objeto de peso desmoronándose. Cuando se dio vuelta, Sam no estaba con ellos, ni tampoco la baranda en la que estaba apoyada.

    Se asomó y vio el cuerpo de su esposa sobre el concreto del suelo, dos pisos más abajo. Se había caído unos seis metros.

    Cameron corrió a auxiliarla, pero el panorama era desolador.

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    «Parecía como si se hubiera desmayado, pero lo peor era un bulto que se le había hecho en la espalda y pensé que muy probablemente se había dañado la columna vertebral», relató Cameron.

    Los tres niños también bajaron las escaleras y uno de ellos, Rueben, al ver a su madre tendida preguntó: «¿Mamá se va a morir?».

    «Sabía que estaba viva, pero de pronto vi que comenzaba a chorrear sangre de su cabeza y de verdad pensé que el golpe le iba a causar la muerte», recordó Cameron.
    Tuvieron que conducir cuatro horas para llegar a un hospital.

    Pero la presión sanguínea de Sam era tan baja que los médicos que la atendieron no podían operarla de inmediato. Su cráneo estaba fracturado en varias partes, su cerebro sangraba, tenía daños en los pulmones, pero sobre todo su columna vertebral se había fracturado a la altura de los hombros.

    A pesar del panorama desolador, los cirujanos lograron intervenir y Sam sobrevivió.

    Seis semanas después, estaba en condiciones para regresar a su país, Australia. Allí la examinaron a fondo y llegaron a un diagnóstico.

    «El doctor vino y me dijo: ‘En una escala de moderado a grave, tú estás grave'», recordó Sam.

    «Entonces pregunté si algún día podría volver a caminar. Y me respondieron directamente que no, que nunca más iba a volver a caminar».

    Sam cayó en una fuerte depresión.

    «Estaba furiosa. Todavía lo estoy, para ser honesta. Estaba muy molesta conmigo misma», dijo.

    No podía aceptar que la baranda de madera sobre la que se había apoyado estaba tan podrida y ella no lo había notado.
    Pingüino

    Estuvo en el hospital por seis meses. Allí se sintió miserable al darse cuenta de lo que había perdido: no podía caminar, no podía comer. No podía surfear.

    «La verdad es que deseé haberme muerto aquel día», dijo Sam.
    Pero tres meses después ocurrió algo inesperado.

    Sam estaba recibiendo la visita de sus hijos cuando de repente Noah, su segundo hijo, notó que había una cría de urraca que había caído en el suelo. Entonces la recogieron y se la llevaron a casa.

    «La bautizamos Pingüino porque lucía como tal: era blanca, regordeta y tenía unas patas enormes», describió Sam.

    Por la caída, la familia Bloom pensó que la cría se había roto un ala. Pero nada de eso. Era sólo una pequeña urraca de tres semanas de nacida.

    Un veterinario le advirtió a la familia que era un enorme compromiso adoptar un ave tan joven, a la que había que alimentar cada dos horas.

    Pero la familia decidió aceptar el reto y cuidarla entre todos.
    «Me encanta tenerla cerca porque me sirve de compañía. Cuando llegó a casa permanecía mucho tiempo en mi regazo. Nos hace reír un montón», narró Sam.

    De a poco, Sam comenzó a salir de su depresión y a quitarse el peso de la culpa.

    «Le comencé a contar todo, sobre todo cómo era antes del accidente. No creo que Cameron quisiera escuchar más esa historia, pero Pingüino lo hacía».
    Pero no todo son risas. Pingüino, al parecer, tiene su genio.

    «Algunas veces me la cruzo y me da un picotazo en la mano. Otras veces se sube a la cama, se enrolla en la cobija y se acuesta a dormir.

    Los chicos juegan con Pingüino lanzándole palos que ella agarra con el pico.

    «Ellos la adoran», dijo Cameron.
    De repente, Sam comenzó a tomarle fotos a este ave adoptada.

    «Pingüino nos regala tantas imágenes locas que es imposible no tomarle fotos», dijo Sam.

    De las fotos caseras se pasó a una cuenta en Instagram con más de 130 mil seguidores.
    Sin embargo, no era un ave amaestrada… y mucho menos para ir al baño, así que la casa se ensució un poco. Mientras iba creciendo, la familia tuvo un empeño: que la urraca hiciera sus necesidades afuera.

    No sólo lograron eso, sino también que durmiera en el patio. Pero eso sí, a las seis de la mañana de cada día se para frente a la ventana entonando un canto que significa «déjenme entrar».
    Cómo duele crecer

    Mientras más crecía, Pingüino se hacía más independiente y permanecía fuera de casa por largos periodos. En una ocasión desapareció seis semanas. La familia sintió la ausencia.

    Pero para el cumpleaños 13 de Rueben, la urraca hizo una visita sorpresiva y se quedó por ocho meses más.

    Ahora hace un año se fue y no ha regresado.

    El ave rescatada encontró su libertad. Y Sam ha hallado algo de libertad en su propio camino.

    Hace tres años comenzó a recibir clases de kayak y el verano pasado se sumó al equipo australiano de para-kayak.

    «Me quité la silla de ruedas y volví al agua, de regreso a la naturaleza que tanto extrañaba».
    Durante los dos años que Pingüino estuvo en casa, Cameron -que es un fotógrafo profesional- tomó cerca de 14.000 fotos del ave.

    Las imágenes se convirtieron en un fenómeno viral en las redes sociales, pero el público desconocía la lucha de Sam y de su familia.

    Un libro recientemente publicado relata todo. Fue allí donde Sam leyó la reacción de sus hijos cuando la vieron tendida en el suelo del hotel en Tailandia.

    «Lloré cuando leí el capítulo del accidente. Noah también lloró. Te sientes culpable como madre por poner a tus hijos en esa situación».
    Cameron piensa que la urraca ayudó a rescatar la familia.

    «Sam estaba en un lugar especialmente denso y oscuro cuando Pingüino llegó a casa y transformó el humor de la familia. Y eso cambió a Sam», dijo.

    «Yo amo a ese pájaro. Realmente lo adoro», sentenció Sam.

    «Vivir con parálisis es como si te despertaras un día sintiéndote que tienes 120 años. Tu familia te ama, lo sabes, pero todo se vuelve tan lento y tan doloroso que te cambia la perspectiva de la vida», agregó.

    Por eso les agradece a sus hijos, a su esposo y, por supuesto, a esa pequeña ave amiga.

    «Los ángeles vienen en distintos tamaños y formas».

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    1. Historia para una interesante reflexión. Por ser tan «corriente» y, por las connotaciones negativas que tiene su comportamiento, tiende a no ser apreciada en algunos lugares o por algunas personas, como por ejemplo, tengo que reconocer que yo misma. Agradezco mucho esta publicación que me regala una nueva mirada. Me encanta la fotografía del niño y la urraca en la ventana.

      Le gusta a 2 personas

      1. Me alegra tu comentario, María Jesús. Y que mires a la urraca de otra forma. Es un ave diferente, tiene su personalidad y a mi me gusta observarlas. Parece que vuelven, pensé que se habían extinguido, pero ahora se ven con más frecuencia. Gracias por venir a leer. Un beso fuerte.

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  2. Reblogueó esto en GRANO ROJOy comentado:
    Me ha gustado tanto esta descripción de La Urraca que nos trae Julie Sopetrán, a quien admiro y leo con constancia. Poco ha convivido con las urracas en los escenarios de mi vida; quiza, o soy muy distraido, o tengo cierta ceguera de situación frente a las aves.
    Tambien porque en mi pueblo solían llamar urraca a cierta dama entrometida.

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    1. Qué bueno, Julie. Y como ese vídeo menciona es uno de los animales más inteligentes que existe. Pero me quedo con lo que dices y con el poema…
      la urraca, me cautiva más por sus pequeños saltos, que por su graznar. Sabe pavonearse, llamar la atención, hacer ruido, ser diferente. Ya somos dos. Un gran abrazo.

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  3. Me ha encantado tu blog y tus fotos de las urracas, aves que me encantan…a mi siempre me han llamado la atencion, tanto que escribi una pieza de jazz, que pronto pondre en el blog, que titule «Urraca Blues». Enhorabuena, me ha gustado mucho toda tu obra, un saludo de Espanya (Valencia)

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  4. Julie, solo una vez y siendo muy pequeña recuerdo la expresión de mi padre silencio escucha es una urraca mira aquella que salta… Que suerte la tuya que puedes verle aún. Yo no recuerdo haberle visto más. Precioso tu texto había cosas que no conocía de las urracas es cierto que con el tiempo siempre la hemos tenido como un ave de mal agüero. ¡Gracias un beso grandote!

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