EL MOLINO
Yo tenía catorce años cuando mi padre me mandaba al ancestral molino de harina, mientras él y mi hermano, recogían la mies y completaban las tareas del campo en plena cosecha. A veces, me quedaba ausente escuchando la canción de las piedras… Era la fuerza del agua moviendo esa maquinaria antigua del molino. Me gustaba oír su ronroneo, cantábamos al unísono. Ese estallido de espumas sobre el rodete, agua que luego se convertía en sobrante, en un arroyuelo cantarín y danzante entre las zarzas. La gente llegaba con sus burro cargado con costales de cebada, algunos se esperaban a que lo moliera, otros, dejaban el costal de cebada y volvían a recogerlo al día siguiente. Y yo, entre molienda y molienda escribía mis primeros versos… Cargaba las espuertas de grano y las descargaba en la tolva de madera, era un ejercicio dinámico, mientras me sentaba a leer o a escribir. También me gustaba hablar con la gente que iba llegando a dejar la cebada. Pero ese sonido del molino, esa canción de las piedras lo recuerdo como un lenguaje de meditación y aislamiento. Llegué a conocer ese lenguaje de la molienda. Por ejemplo al molino también se le llamaba la aceña. Es un vocabulario que ha ido desapareciendo. Al rodete también se le llamaba rodezno, que es la rueda hidráulica de corriente baja, donde va a parar el agua acumulada en el caz, que también se le llama presa o azud. Yo abría la compuerta interior y el agua se estampaba sobre los arcaduces o cangilones que caracterizan al rodete en su engranaje cónico que es lo que sirve, para con la fuerza del agua, mover las dos grandes piedras o muelas hechas con sus estrías labradas artesanalmente y gracias a la fricción que hacen las estrías entre las dos piedras, la cebada se tritura y sale hecha harina. Hay una estría de refrigeración y otra de molienda. Al hueco redondo que hay en el centro de las muelas se le llama ojo. A la piedra de arriba se la llama volandera porque da vueltas como si fuera en volandas y puede ajustar la molienda más fina o más gruesa y se ajusta con una ruedecilla. A la piedra de abajo, se la llama solera, que es la muela fija. Todos los molinos de agua tienen un caz de traida y un caz de salida, sale el agua después de haber pasado por el rodete y va a parar al río. De ahí nace el refrán: «agua pasada no muele molino» porque ese agua ya no puede volver al caz de traída. Todo molino tiene su boca. Es como un cubito de madera por donde sale la harina y también un cilindro cernedor por si se quiere cerner. Con la pala de madera, me dedicaba a llenar los atrojes de harina y también los costales que traían los añacales. Añacal es la persona que llevaba la cebada o el trigo al molino. A veces, no podíamos con el peso, y el costal terminaba en el suelo. Dedicaré más tiempo al molino… Merece la pena recordar estos tiempos… cuando comencé a escribir mis primeros versos.
©Julie Sopetrán
¡Cuántas palabras nuevas! Nuevas para mí.
Muy bonito texto
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Gracias, Evavill, sí, el lenguaje del molino es muy viejo y muy nuevo para los que no lo conocen. Gracias por venir a leer estos recuerdos… Un fuerte abrazo.
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Merecería un largo escrito, una continuación, en torno a tu experiencia y conocimiento de él 🙂
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Claro, continuará. Tú lo conociste… Un lugar especial, muy especial para mí. Gracias, amiga.
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Y también lo dibujé en parte 😉
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Sí, miro muchas veces tu cuadro, que lo tengo colgado en mi pequeño rincón, y aunque todo fue tan rápido, no dejo de admirar tu genialidad, la captura auténtica y la perfección del árbol… y de la puerta de ese molino… Tu memoria fotográfica me sorprendió mucho. Gracias, Olga. Algunas visitas son inolvidables.
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Con lo que te he leído hasta ahora, siempre has tenido un lugar para escribir. Como tu tierra, tu casa, tu país, tus raíces, tu familia. Así que escribir te está concedido desde siempre para el disfrute de los que te leemos. Excelente recuerdo Julie.
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Así es, Manuel, escribía hasta en el metro de Madrid cuando allí viví años de estudiante…. Todo son raíces, incluído México, Colombia… Gracias, amigo. Un fuerte abrazo.
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Igual para ti Julie.
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Gracias Julie. Que hermoso diccionario traes para describir una cultura en vías de extinción. Me permito añadir el infierno para el misterioso conducto que canaliza el agua bajo el suelo. Y una canción para alegrar la espera. Unha muiñeira. Un beso.
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Carlos, ¡qué sorpresa! Me encanta las muñeiras, aunque no soy gallega, pero amo Galicia y su música. Gracias, amigo. Sí. El Molino tiene un vocabulario tan rico, que yo nunca termino de aprenderlo, a pesar que lo viví tan cerca y me interesé por sus movimientos y sus significados, pasé muchos veranos moliendo en mi adolescencia. Y me encanta ahora, recordarlo. Gracias, Carlos. Continuaré…
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Bella narrativa del escenario del molino. Lo mas precioso de esta bella entrada son las palabras rescatadas, todo ese manojo de vocablos que se mueven con las aspas y las personas que viven de esta agroindustria. Gracias por las palabras que no leí desde hace varias décadas y por las nuevas. Me has enriquecido siempre.
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Muchas gracias Guillegalo, me alegra mucho tu comentario, se ha perdido tanto vocabulario en tan pocos años… Lo iremos recuperando a través de los recuerdos y esas vivencias que no se olvidan. Mi abrazo fuerte. Muchas gracias.
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¡Qué hermoso!, conocer el molino y tu experiencia en él, ese lugar que te habrá inspirado tanta poesía, tanto murmullo, tantas letras. Me gustó mucho conocerlo e imaginarte a tí dentro de él cumpliendo con el trabajo de molinera, Gracias por ello, un abrazo grande y espero los siguientes
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Gracias, Themis. Sí, es para mí un lugar especial, el sonido del agua, de las piedras, el canto de los pájaros, tantas cosas que rodeaban la molienda… ya son recuerdos, raíces de mis versos. Gracias por tu lectura. Me alegra saber que te gustó. Claro que sí, continuaré contando tantas vivencias que allí tuve. Un fuerte abrazo.
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Es un bonito relato del principio al fin, felicidades.
Un abrazo.
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Muchas gracias por tu comentario, Focho05. Agradezco mucho tu lectura, también tu comentario. Mi abrazo.
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Qué gran lectura y qué buenos recuerdos Julie. Aunque solo fuera acompañando a mi padre también recuerdo ese ronroneo que tan magistralmente describes. Me quedo con mis recuerdos, pero sobre todo con tu habilidad para describirlos y darles ese toque riguroso del idioma ya olvidados por casi todos.
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Muchas gracias, Miguel. Me alegra saber que tú también tienes recuerdos de esa canción del agua y de las piedras.
Es una pena que se perdiera su riqueza ancestral. Muchas gracias y te mando mi abrazo y agradecimiento por tu lectura.
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Hermosos recuerdos Julie y más hermosa la prosa que nos lleva a vivirlos a tu lado con la imaginación. Saludos mil y, como siempre, un gran abrazo
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Muchas gracias, Arturo, agradezco mucho tus palabras y me alegra saber que te gustó. Mi abrazo y feliz Día de Acción de Gracias.
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Gracias, Priyaranjan. ¡Qué bonito!
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Es hermoso cómo describes un lugar que se me antoja especial para leer y escribir «los primeros versos».
«Ese sonido del molino, esa canción de las piedras lo recuerdo como un lenguaje de meditación y aislamiento».
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Muchas gracias por tu lectura. Sí, es un lugar especial de mi adolescencia donde escribí mis primeros versos. Mi abrazo y agradecimiento por venir a leer. Gracias.
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Hermosos recuerdos que afloran con toda la fuerza y la música del molino. Me ha encantado tu texto, las palabras que he aprendido contigo y que, por no ser conocidas, sin embargo, en tus palabras me han resultado de especial belleza. Gracias Julie por ese caudal de versos en tu corazón.
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Muchas gracias, María Jesús, me alegra mucho tu comentario. A ver si tengo un rato y publico la segunda parte de ese molino de mi adolescencia… Sí, es un vocabulario que se ha perdido en menos de cincuenta años. ¿Cómo podemos ir tan deprisa? A mi también me gusta mucho lo que escribes. Te mando mi abrazo y cariño.
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