
Los labradores bordan
la tierra en el otoño
suavizan con la reja
la sed de las alberas
y enmarcan los relieves
marrones del ocaso.
La suavidad del aire
desmenuza los surcos
y amanece la escarcha
en los granos de trigo
que cayeron al borde
de muchas soledades…
Los labradores queman
la paja del pasado
pavesas que al mirarlas
revuelan la memoria
son rescoldos sin humo
sin crepitar de llamas
sin chispa que salpique
los pasos del camino.
El labrador ordena
los surcos uno a uno
versifica en la tierra
su poema profundo
y abriga entre sus brazos
la luz de la mañana.
Las aves van pisando
la removida tierra
y no quiero espantarlas
porque están en su campo.
El labrador no sabe
que yo lo estoy mirando.
La tierra me sonríe
desde el fondo del alma.
©Julie Sopetrán