Hace frío, está nevando vamos, vamos al portal que se me acumula el llanto.
Todos vamos a la par con Jesús, José y María; unos lloran de alegría otros, no pueden llorar. Sin comida y sin hogar caminante y caminando se nos acumula el llanto. Vamos, vamos al Portal
que José ya encendió el fuego; no dejemos para luego lo que es sobrenatural. El calor es esencial para aliviar el quebranto y eliminar nuestro llanto.
Ya el desierto tiene luz y en el establo sin puerta, nuestras almas se conectan con el Divino Jesús. El desierto es plenitud y nuestras penas son cantos donde se secan los llantos.
¿Y por qué lloramos tanto si nuestra meta es Belén, si Jesús es nuestro bien y en su Luz nos refugiamos? ¿A qué esperas? ¡Vamos, vamos! Hace frío, está nevando que no se acumule el llanto.
Cuando era niña, en las estrelladas noches de verano, me sentaba a tomar el fresco con mi tía Josefa, ella me enseñaba a mirar el firmamento. No disponíamos de telescopio, pero recuerdo que mi tía me hablaba de la Vía Láctea, que cual polvareda atraviesa el cielo dividiéndolo en dos hemisferios. Yo lo veía como una senda recién nevada hecha de lucecillas misteriosas que se mantenían en el abismo del cielo… Pequeños y brillantes orbes que flotaban en lo infinitamente lejano. Aquella contemplación me hacía pensar, sentir la grandeza del Universo. Mi tía me mostraba Sirio, el punto más luminoso, me quedaba asombrada cuando ella me decía que era siete veces mayor que el sol… Las Pléyades, los millones y millones de bandadas de estrellas que corren vertiginosas por el espacio. Mi observación no podía abarcar tanta grandeza dentro de esos enjambres de estrellas sobre nuestras cabezas. Fue así como empecé a pensar en las estrellas, grandes, pequeñas, multitudinarias. Mis primeros poemas versaban sobre estrellas… La Estrella más bonita, Alpha y Omega… y tantos que todavía conservo en mis viejos cuadernos. Hoy, Navidad de Nuevo, he elegido un poema muy cortito que lo escribí paseando a la luz del sol, pero pensando en las estrellas. Es mi regalo de Navidad para todos mis seguidores-lectores, a los que deseo paz, salud, amor, felicidades en estas fiestas y agradezco a María José, su excelente dibujo navideño.
Alpha y Omega
Debajo de la estrella el olivo y debajo la espiga una flor y la hormiga …debajo más abajo está el agua y la perla y detrás de la tierra más abajo… ¡Está otra vez la estrella!
Ayer por la tarde contemplé un sorprendente espectáculo. Más de quinientas cigüeñas llegaron a la chopera frente a casa armando un gran revuelo en el entorno. Algunas se instalaron en los viejos almendros, otras, se posaron en los palomares… Fue todo un jolgorio entre los árboles. Sin duda prefieren las alturas. Pensé que no es la época, su paso o su presencia por estas tierras, suelen hacerlo en Febrero. Por algo los campesinos repiten el refrán: «Por San Blas, la cigüeña verás». Es una preciosa ave de paso, alta, elegante, su cuello estilizado, su cuerpo blanco y sus alas negras como el día y la noche. Desde niña la vi hacer su nido en la torre de la Iglesia de mi pueblo, me parecía una diosa. Cuando nacía algún niño fuera varón o hembra, mi abuela, me decía que lo había traído la cigüeña y desde mi creencia la admiraba pensando en su hermoso oficio de traer seres a este mundo. No sé si han escuchado su crotorar o su castañetear, ese ruido de tambor que hacen con su pico alargado… Ahora recuerdo que con aquellas enseñanzas de la abuela, yo asociaba el nacimiento del Niño Dios con la cigüeña, y pensaba que había sido ella, quien había llevado al Niño Jesús al Portal de Belén… Hoy, al verlas en Navidad, me gustó recordar aquellos pensamientos de la infancia, tan lejos y tan cerca del misterio. Y recordando aquella inocencia de mi lejana infancia, deseo a mis lectores y amigos una FELIZ NAVIDAD.