Todos los lugares están habitados por alguien que no vemos. Son como paraísos perdidos que reaparecen. De repente tienen formas y están con nosotros como siempre lo estuvieron, pero han pasado desapercibidos hasta ese momento mágico en que los vemos. Nos vienen en silencio sus palabras, sus colores, sus formas, sus espacios fríos, calientes, tibios, creados para la vida y la meditación o simplemente para disfrutar de su esencial belleza.
Por este paisaje pasaba todos los días, pero no lo vi hasta que un día, nevó. Algo estalló en la mirada que transformó la perspectiva de un mundo nunca antes contemplado. No dejaba de ser el mismo de todos los días. ¿O era otro? Y fue así como analicé no sólo el trabajo laborioso, básico y artístico del campesino, sus dibujos hechos con la reja del arado, la belleza de la tierra, su geometría, el cosmos, el laberinto y ¿por qué no? la poesía que emana de cada lugar… Me ha llevado años reposar las imágenes y ver los contenidos. Y todavía estoy pensando si he descubierto algo o sólo es fantasía lo que destapa el instante al mirar tantos paraísos cercanos donde habito.
©Julie Sopetrán