Y no tiene dónde mirarse el árbol porque le han roto los ojos, los espejos…
Han arrancado sus cabellos con rabia y no es noticia que los pájaros lloren porque se han quedado sin nidos, sin ramas, sin refugios donde pasar la noche.
Está sucediendo ahora mismo en muchas carreteras de España. En muchos jardines. En el campo. Yo hablo de las carreteras de Castilla la Mancha, que son las que conozco. Estos árboles, ya no pueden dar sombras. Son Quijotes moribundos muy alejados de Santo Panza. Han desmochado sus brazos, han herido su savia, han ultrajado su cuerpo con saña. Lo han extirpado a degüello en las guillotinas del ribazo o de las cunetas.
No sé qué ingeniero o político o experto puede concebir un árbol sin ramas. Sí. Lo han mutilado con inquina y lo han dejado sin recursos, sin derechos, sin voces. Porque no puedo concebir que sea podar un árbol lo que están haciendo. Estaban sanos, pero les hicieron la autopsia en vivo, respiran por un rato, lo que tarden en morir de pie. Cuando los miro, me puede el llanto. En el silencio de este campo, de estos caminos sangrientos de Castilla, hoy se oye su grito, una queja que aflige en lo más sensible… No sé, no puedo describir tanta agonía colectiva. No sé… no sé, si hasta la lluvia se espanta al verlos.
©Julie Sopetrán