Del infierno salieron las voces de la guerra el eco de la espada, los gritos del disparo; los metales salvajes que matan sin reparo o el clamor de la bomba que destruye y aterra.
A la voz del silencio mi corazón se aferra porque vivo la muerte de un mundo en desamparo, busco el lenguaje puro de un horizonte claro para sembrar mi sueño de PAZ sobre la tierra.
Si pudiera en mi verso deshacer la metralla y convertir en flores la bélica codicia con lenguaje de versos haría la batalla
y aunque sólo soy eco que busca la justicia me entrego a la cadencia del corazón que calla sabiendo que en la lucha sólo Amar es primicia.
Vivir es el recuerdo de haber amado mucho de sentir lo pasado, sin prisa, sin empeños; la memoria es presente que en mi cerebro escucho cual palabras que trazan anteriores diseños.
Vivir es movimiento, trayectoria infinita compás, ritmo, repente de impensable latido; es un todo en lo mucho que la sangre palpita pausa de sentimiento que no admite el olvido.
Es temblor en el alma que al margen de la prisa renueva los espacios de viejos ademanes; es el gozo del tiempo vivido en la sonrisa y es danzar sin agobios los diarios afanes.
El tiempo airea sueños que fueron esperanzas Vivir es dar un salto y a la vez ir despacio degustando sabores de todas las mudanzas y andar, andar sin prisa, los trechos del espacio.
Aunque no sepa nunca el fin de mi destino en mi paisaje hay fondos llenos de poesía; el canto y la cadencia me alegran el camino y es el verso sencillo, mi mejor compañía.
En Editorial Salto al reverso hemos estado trabajando en la edición del libro CALACAS: Muerte de risa de las autoras Julie Sopetrán y Mary J. Andrade.
Este libro, el segundo de la serie CALACAS, presenta una colección de calaveritas literarias, compuestas por versos irreverentes y desenfadados, producto del descontento con lo que ocurre a nuestro alrededor: críticas a los políticos, a la sociedad, al comportamiento humano, etc.
Los versos en Muerte de risa son acompañados por imágenes de la propia autora y de la fotógrafa ecuatorianaestadounidense Mary Andrade, quien ha recorrido incesantemente el territorio mexicano, registrando con su lente las prácticas y los rituales de la fiesta del Día de Muertos.
También disfrutamos en esta publicación de la labor de la artista española Mónica Pereiro, quien enriquece el conjunto con el diseño de portada e ilustraciones en las páginas interiores. La artesanía también está presente en esta obra con las muestras de tejido realizadas por las hábiles manos de la creadora Lourdes Mesonero.
Los invitamos a la presentación del libro vía Facebook Live el miércoles 27 de octubre de 2021, con la participación de las autoras, del prologuista Raúl Eduardo Gonzalez, la ilustradora Mónica Pereiro y la editora Carla Paola Reyes.
Cuando era niña, en las estrelladas noches de verano, me sentaba a tomar el fresco con mi tía Josefa, ella me enseñaba a mirar el firmamento. No disponíamos de telescopio, pero recuerdo que mi tía me hablaba de la Vía Láctea, que cual polvareda atraviesa el cielo dividiéndolo en dos hemisferios. Yo lo veía como una senda recién nevada hecha de lucecillas misteriosas que se mantenían en el abismo del cielo… Pequeños y brillantes orbes que flotaban en lo infinitamente lejano. Aquella contemplación me hacía pensar, sentir la grandeza del Universo. Mi tía me mostraba Sirio, el punto más luminoso, me quedaba asombrada cuando ella me decía que era siete veces mayor que el sol… Las Pléyades, los millones y millones de bandadas de estrellas que corren vertiginosas por el espacio. Mi observación no podía abarcar tanta grandeza dentro de esos enjambres de estrellas sobre nuestras cabezas. Fue así como empecé a pensar en las estrellas, grandes, pequeñas, multitudinarias. Mis primeros poemas versaban sobre estrellas… La Estrella más bonita, Alpha y Omega… y tantos que todavía conservo en mis viejos cuadernos. Hoy, Navidad de Nuevo, he elegido un poema muy cortito que lo escribí paseando a la luz del sol, pero pensando en las estrellas. Es mi regalo de Navidad para todos mis seguidores-lectores, a los que deseo paz, salud, amor, felicidades en estas fiestas y agradezco a María José, su excelente dibujo navideño.
Alpha y Omega
Debajo de la estrella el olivo y debajo la espiga una flor y la hormiga …debajo más abajo está el agua y la perla y detrás de la tierra más abajo… ¡Está otra vez la estrella!
Se han caído todas las hojas, la acacia muestra su esqueleto y en sus brazos desnudos se refugian los pájaros. Son gorriones. Este año no tienen frío, seguramente hablan del otoño caliente o de la falta de granos en el campo. Percibo en sus gorjeos la placidez de un día en calma. Los miro desde mi ventana abierta a un nuevo día y siento la belleza estática del instante. Los cuento uno por uno, no hago ruido, quiero saber qué murmuran o qué dicen sus píos. Imagino sus lances, sus hazañas, sus correrías por el arroyo buscando insectos, volando a ras del agua o deteniéndose en las orillas refrescando sus alas. Hablan de nidos, alguno ha tirado el viento. Conversan de las semillas de la siembra, tienen un sabor amargo por los herbicidas. Y no, no hay mucho que comer. Les he puesto unas migas de pan en el suelo… Pero es muy peligroso lanzarse. Los gatos los observan y prefieren quedarse entre las ramas. Me cautiva su sencillez, su aparente insignificancia, su distante cercanía, su libertad y a la vez, la sumisión que dedican a los lugares que habitamos. Son mis vecinos y hoy, me siento muy feliz a su lado.
Sólo el agua amamanta los sueños de la tierra yerma.
La fuente ríe, la fuente llora, la fuente habla…Y surge de las entrañas de la tierra su venaje y viene de dentro y nos ofrece su frescura, su transparencia; en su constancia se oye el latido del hontanar que fluye. Mi patio estaría triste sin este sonido de surtidor cantarín y poético. Mi jardín no tendría flores, las semillas no germinarían sin el riego de la fontana, es ella, la diosa central de todos los verdes, la que ratifica las cosechas… El agua de la fuente en mi lengua sacia mi necesidad, mi deseo, mi sed; su claustro es la tierra, sus caminos son invisibles, su caudal es libre, llega donde quiere, se ofrece como beso divino y corre, corre sin cesar por los pilones que van al río. La fuente retorna a mi tristeza para darme vida, amor, ternura. La fuente es madre que exhibe su grandeza entre mis labios… porque el agua me une a la divinidad y al recóndito pulso del universo. La fuente es mi bien. Lo que me queda. Lo que me salva en este páramo.
Percibiendo la flor, el gato observa los colores o tal vez mira el vuelo de las mariposas o advierte esa bondad de los perfumes o se queda extasiado en ese punto de las confluencias allí donde los tornasoles se bifurcan y enmarcan los instantes de las sugerencias… El gato sabe en qué lugar florecen las ideas.