FALSA ARMONÍA

Y los caminos se borran…

Está todo el día nevando. Nada se mueve. Los pájaros se han refugiado en su nido. Al rato, se siente el hielo. Todo está congelado. Entre las piedras, el cauce del arroyo apenas canta, su corriente se detiene en los bordes, allí la nieve, despereza en su argayo y el agua, va dejando sus agitadas transparencias. La belleza, se apodera del fango, lo reviste cual si fuera un dios griego. Todo firma su pacto con el hielo, mientras tanto el sol, suspira entre los juncos. El paisaje se ha vestido de novia. Las ramas del olivo han caído a la tierra, rendidas por un peso extraño. Los caminos se borran. Todo lo que se mueve se paraliza, hasta las alas de los pájaros sienten frío. La vida se estremece en el campo y nuestros pies se paralizan buscando el calor de la lumbre. Los caminos se borran y los árboles reclinan sus brazos hacia el suelo. La nieve sonríe triunfadora. Nos confina en casa, la contemplamos desde nuestra ventana y la fotografiamos como si ella fuera la diva del paisaje. Sabemos que nos engaña y que su risa blanca es peligrosa. Se ha desposado con el hielo y su amante es el frío. Los carámbanos crecen, ya no puedo salir de casa. Las tórtolas, los gorriones, me suplican comida en la puerta y hasta los gatos maúllan. Al caer, esta nieve parecía tan suave, tan dulce, tan jovial… pero en realidad es agua helada revestida de blanco. Juega conmigo, me engaña, me encarcela y me deslumbra con su falsa armonía…

©Julie Sopetrán

Autor: Julie Sopetrán

Escribo porque no puedo dejar de hacerlo Quiero aprender de los que saben más y enseñar a los que saben menos.

29 opiniones en “FALSA ARMONÍA”

  1. Recuerdo los inviernos de mi infancia en un pueblo de la montaña palentina, días y días aislados hasta que pasaba una máquina renqueante a velocidad de tortuga… No había frigoríficos, al menos en mi pueblo (tampoco me acuerdo que lo que necesitábamos), ni pasaba la camioneta que llevaba al pueblo donde se podía comprar algo. Así que se aguantaba como se podía.
    Se atizaba con ganas el fuego, se jugaba a la brisca y al parchís. Los pocos niños que había en mi pueblo estábamos todo el día en la calle, hasta que ya no podíamos sentir los dedos. Cuando me dolían del frío, mi abuela me los metía en agua fría para activar la circulación.
    Los hombres, cuando venían de la mina, bebían vino caliente con azúcar, para entrar en calor decían ellos…
    La vida se paraba, pero no pasaba nada, el ganado se quedaba en la cuadra, hasta la mina se iba andando y en casa se apañaban con lo que tenían, huevos, leche, patatas y a veces poco más… Con buen acopio de leña y a esperar el deshielo.
    Me ha encantado tu relato sobre la nieve, la belleza de ver nevar y los problemas que ocasiona en esta vida tan estresante.
    Abrazos.

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  2. Gracias, querida Julie. Estuve pensando en una décima a partir de la lectura de Falsa Armonía.
    A ver si salió. Va con un abrazo fuerte:

    Aun con la belleza pura
    de sus copos fugitivos,
    doblega chopos y olivos
    la nieve con su blancura.
    Su frigidez, que fulgura
    con el hielo sin apuro,
    borra el camino seguro,
    somete el refugio leve,
    y sin tardanza la nieve
    revela su lado oscuro.

    Raúl González
    México

    Gracias, Raúl. Me encanta tu décima. Y no sabes qué alegría he sentido al saber que te inspiró mi pequeño texto. Gracias, amigo.

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    1. Mi amigo Raúl González, gran profesor, inspirado en este tema de la nieve, me envía estas hermosas décimas, que inserto para mis lectores. Gracias, Raúl. Es una maravilla escribir para recibir estos regalos. Muchas gracias. Me encanta leerte, siempre. Mi abrazo fuerte.

      El lado oscuro de la nieve

      Como lo hace cualquier niño,
      yo con la nieve soñé,
      y su albor imaginé
      como prístino cariño.
      Hoy que el tiempo con su guiño
      de supuesta madurez
      me deja ver el envés
      que hay en el brillo del oro,
      vuelvo a mirar el meteoro
      algunos años después.

      A sazón de la tormenta,
      la humedad que la acompaña
      de blanco cubrió a la España
      que con el sol se sustenta.
      Mas no caí luego en cuenta,
      por mi suspiro ancestral
      de que el níveo temporal
      que tan puro se retrata
      pudiera dar con su plata
      acaso también un mal.

      Campos crecidos de blanco,
      calles de un albo recreo
      donde retozó el trineo
      por arromado barranco.
      Esquiadores que en su tranco
      surcaban la claridad
      con esa espontaneidad
      del imprevisto albedrío
      que trajo de pronto el frío
      a desteñir la ciudad.

      Un gélido amanecer
      con su florecida escarcha
      pudo contener la marcha
      que no se deja vencer.
      Retozaron por doquier
      la risa con la penuria,
      con esa humedad espuria
      que se amasa con fruición,
      y no caía en profusión
      desde hacía media centuria.

      Mas luego, al segundo día
      de la sorpresa y el juego,
      cuando el crujido del fuego
      agonizar parecía,
      cuando la cerrajería
      de aquella nieve invernal
      clausuraba excepcional
      la práctica desenvuelta,
      se empezó a anhelar la vuelta
      del cotidiano ritual.

      Que, aun con la belleza pura
      de sus copos fugitivos,
      doblega chopos y olivos
      la nieve con su blancura.
      Su frigidez, que fulgura
      con el hielo sin apuro,
      borra el camino seguro,
      somete el refugio leve,
      y sin tardanza la nieve
      revela su lado oscuro.

      (Y, al cieno que fue aflorando
      con el manto diluido,
      también salió del olvido
      el mal, con su voz de mando;
      que no tiene para cuando
      esta pandemia marcharse,
      y, mucho más que ocultarse
      con el invierno bestial,
      parece llamado el mal
      a volar y dispersarse.)

      En fin, que la ensoñación
      de aquella nieve infantil
      trae con su pulso febril
      también su clara lección:
      la enfermiza admiración
      que ejerce la diferencia
      puede, por la contingencia,
      inundarnos con su encanto,
      mas bajo el fortuito manto
      persistirá nuestra esencia.

      RAÚL GONZÁLEZ
      Morelia (México)

      29.ene.2021

      (Para Julie Sopetrán y Milagros Revenga)

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  3. Dá una tranquilidad especial este texto de «falsa armonía». Te felicito Julie, aunque no estoy acostumbrada a la nieve, ni a los problemas que ocasiona, contemplarla a través de una ventana es relajante… Lo peor es salir y pisarla, cuando se ha convertido en hielo, evitar las caída, etc. Este año hemos tenido bastante, espero. Un abrazo amiga,

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